Los 7Grupos de intereses particulares como representantes de la población /

La democracia realmente existente no se basa en la ficción legal "un hombre o una mujer/un voto", sino en el equilibrio de poderes. Estos poderes no son sólo los tres clásicos que Montesquieu creyó ver en Inglaterra. Como ese mismo autor ya señalaba, una sociedad libre se basa en establece...

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Autor principal: Di Tella, Torcuato S.
Formato: Texto
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Sumario:La democracia realmente existente no se basa en la ficción legal "un hombre o una mujer/un voto", sino en el equilibrio de poderes. Estos poderes no son sólo los tres clásicos que Montesquieu creyó ver en Inglaterra. Como ese mismo autor ya señalaba, una sociedad libre se basa en establecer un balance entre los diversos grupos de interés, cuyo peso en la política no es proporcional a sus números sino a otros componentes de su fuerza económica, asociativa o aun militar. Los partidos políticos en gran medida representan a la bipolaridad existente, en última instancia, entre los sectores del gran capital y los sindicales o populares. El conocido teórico Mancur Olson sostiene que la proliferación de grupos organizados que defienden intereses sectoriales termina por producir una esclerosis por inmovilismo. Esto no es, de todos modos, un resultado inevitable de la representación de los intereses, sino que se debe a una peculiar falta de consenso en su funcionamiento, o a la debilidad del Estado, incapaz de arbitrar entre ellos. La teoría corporativa, de raíces católicas como liberales, ha tomado este hecho como base de su propuesta de representación "funcional", que no debe ser confundida con su práctica fascista. De hecho, las sociedades democráticas y de bienestar social de la Europa de posguerra, y otras semejantes, se basan en un equilibrio que, debido a sus características, se ha llamado "neocorporativismo" en él conviven los parlamentos con los concejos económico-sociales donde están representados los grupos de interés. Buscar que esos grupos sean internamente más democráticos es deseable, pero no demasiado realista, ni realmente imprescindible en una sociedad libre. Tratar de debilitarlos, en cambio, sería suicida para la democracia, como ya entreveía Aolexis de Tocqueville, para quien "el arte de asociarse para objetivos comunes" era la base de la sobreviviencia de la sociedad moderna. Lo que se precisa es la acumulación de experiencia política y el aprendizaje de los ocasionales fracasos del sistema, para que los intereses organizados puedan efectuar una "colaboración conflictiva", en que le ciudadano se sienta representado y defendido por las organizaciones que le son afines. REV/SCM